Desplazados en vez de turistas en la ciudad ucraniana de Leópolis
Con unas enormes alas azules y amarillas de Ucrania desplegadas detrás suyo, Marina circula en su motoneta por las calles de Leópolis, sonriente, pero sin esperanzas de encontrar amantes de los tatuajes de henna a los que se dedica.
"No hay ningún cliente para tatuajes este año. Y no sé si habrá este verano, debido a la guerra", reconoce esta joven. "Es insoportable. Mi alma sufre por mi país y mi pueblo", añade sin querer revelar su edad o su apellido.
Esta gran ciudad del oeste de Ucrania, que contaba con 700.000 habitantes antes de la guerra, recibió 1,5 millones de turistas en 2021.
Pero con la invasión lanzada por Rusia el 24 de febrero, los visitantes extranjeros han desaparecido, dejando paso a desplazados que huyen del fragor de los combates.
De momento, esta ciudad cercana a la frontera polaca se ha visto relativamente librada de los bombardeos y la violencia.
Aun así, la mayoría de sus joyas arquitectónicas han sido fortificadas y muchas estatuas están ahora tapadas por telas o una carcasa protectora.
Ahora, los clientes de las tiendas de recuerdos son ucranianos que han dejado atrás sus casas, voluntarios o periodistas extranjeros.
- Banderas y papel higiénico -
Cerca de la plaza central de Leópolis, Tarass Gordienko espera pacientemente bajo un cielo plomizo a que llegue algún cliente para visitar la ciudad en su carrito de golf.
"Estos días, no hay negocio. No tenemos ningún turista, solo refugiados", se resigna.
Tarass explica haber guiado a una madre y su hijo, escapados de la ciudad asediada de Mariúpol, que le confesaron el placer de estar al aire libre tras semanas pasadas en sótanos.
"Es muy difícil entender esto, sentirlo", afirma.
La guerra ha causado ya miles de víctimas, ha devastado partes enteras del país y ha empujado a millones de personas a dejarlo todo y huir.
La mayoría de estos desplazados, esencialmente mujeres y niños, se han instalado en Leópolis o han pasado por esta ciudad de camino a Polonia u otros países de la Unión Europea.
En un pequeño mercado de recuerdos turísticos, los estantes ofrecen todo tipo de regalos, desde bufandas floreadas y pulseras patrióticas a papel higiénico con la cara impresa del presidente ruso Vladimir Putin.
Sonia, de 13 años, acaba de comprar una gran bandera azul y amarilla adornada con pompones.
"Compro una bandera ucraniana porque es mi nación y la respaldo", afirma la joven adolescente originaria de Kiev, que rápidamente añade: "Sé que esto realmente no ayudará...".
Como su hermano, la quiere colgar en su nueva habitación. Con ella está su tía, que huyó de la segunda ciudad ucraniana, Járkov (noreste), bombardeada casi a diario por las fuerzas rusas.
- "Nueva vida" -
Anna, una doctora de 36 años originaria de Sumi, en el este, también está buscando una bandera. La quiere regalar a la mujer que se ha ofrecido para acogerla a ella y a sus dos hijos de 6 y 10 años en Inglaterra.
"Estamos inquietos. Es una vida completamente nueva que nos espera: una nueva escuela para los niños y un nuevo trabajo para mí", explica. "Y tendré que aprender bien el idioma", añade.
En una terraza vacía cerca de la plaza central, Vladislav, de 20 años, se toma una pausa en su nuevo trabajo tras haber huido de la región oriental de Poltava.
"Visto un disfraz de león, porque no he conseguido encontrar otro trabajo", explica este antiguo repartidor, con la cabeza del felino a su lado.
"Pero esto me agrada. Da energía positiva a la gente", afirma el joven que, por una módica suma, entretiene a los niños de la ciudad, en su mayoría desplazados de otras regiones ucranianas.
De regreso a las calles, ya completamente caracterizado como león, se agacha para hablar con un niño tímido que pasea con su madre.
Al poco, la mujer saca el teléfono y toma una fotografía del pequeño sonriente con su nuevo amigo haciendo ver que le muerde la cabeza.
L.Boyle--NG