Fieles panameños se arrastran por la calle para venerar al Cristo Negro
Arrastrándose por las calles de la vieja localidad colonial de Portobelo, cientos de panameños católicos acudieron este lunes a pagar favores al Cristo Negro, entre ellos Maximiliano Muñoz, a quien su esposa deja caer en su espalda la cera de una vela encendida.
Muñoz lleva 17 de sus 42 años peregrinando en esta fecha a Portobelo, una localidad a 98 km de Ciudad de Panamá, en la provincia caribeña de Colón, que en los siglos XVI y XVII fue uno de los principales puertos de América.
"Yo quiero sentir lo que Dios pagó por nosotros en la cruz. Hasta que Dios me de vida lo voy a seguir haciendo", dice a la AFP este utilero de un club de fútbol local, que en su espalda lacerada lleva tatuada la imagen del Cristo Negro.
Algunos llegan a pie desde lugares recónditos del país. Los más fanáticos realizan el último trayecto arrastrándose o de rodillas, martirizándose con golpes o quemaduras en la espalda.
Sin camiseta y con pantalón corto, Muñoz apenas puede avanzar 20 metros sin detenerse en su camino a la vieja iglesia de San Felipe, un templo colonial donde se encuentra el Cristo de túnica púrpura.
Atrás acaba de dejar la vieja batería de cañones del fuerte de San Jerónimo, utilizados por los españoles en la época colonial para enfrentar ataques piratas.
En ese entonces se traficaban esclavos en Portobelo y los españoles sacaban los metales preciosos con destino a Europa. Por allí también pasaron afamados piratas, como Francis Drake, en busca de oro.
Según la leyenda, en Portobelo, dónde residen unas 5.000 personas, la devoción por el Cristo Negro inició con una primera imagen que llegó a una playa del lugar el 21 de octubre de 1658.
Salseros de talla internacional como Ismael Rivera, Gilberto Santa Rosa o los fallecidos Celia Cruz y Cheo Feliciano también han venerado la imagen, llamada ahora "el santo de los cantantes".
A punto de entrar de rodillas a la iglesia, Juleixa Pérez, ama de casa de 29 años, peregrina desde hace ocho años a Portobelo por dos de sus hijos que tuvieron complicaciones de salud en el pasado.
Cuenta a la AFP que tarda hasta cinco días en recuperarse de las heridas en las rodillas y en la espalda. "Lo seguiré haciendo mientras tenga fuerzas", dice no obstante.
La Iglesia católica no apoya esta forma de peregrinación, pero su posición cae cada año en saco roto.
D.Gallaugher--NG