Las estudiantes de Pakistán se movilizan contra las agresiones sexuales en las escuelas
"Todas se sienten amenazadas", dice una manifestante rodeada de policía en Punyab, la provincia más poblada de Pakistán, donde las estudiantes se están movilizando en las calles contra las agresiones sexuales en sus escuelas.
Después de décadas de silencio, la denuncia sobre una supuesta violación en una escuela secundaria de Lahore, la capital provincial, por parte de un guardia de seguridad incendió las redes sociales durante la última semana.
Para la escuela, la policía y el gobierno local, es una "noticia falsa". Los medios locales, que nunca lograron encontrar a la víctima o su denuncia, también dudan.
Sin embargo la noticia desató una ola de testimonios de estudiantes que fueron violadas, acosadas, insultadas o amenazadas por maestros, compañeros o guardias de seguridad.
"Una estudiante de mi universidad, a quien conocía bien, se suicidó porque fue acosada por su profesor", cuenta Amna Nazar, manifestante de 21 años.
"Mi profesor no deja de invitarme a cenar con él, me llama a su oficina (...) y no tengo ningún deseo de ir", añade su compañera Fatima, utilizando un seudónimo.
Grupos de estudiantes se organizaron en WhatsApp e Instagram para reunir testimonios. Las autoridades allanaron las casas de varios de sus administradores, porque estos espacios virtuales —hoy inaccesibles— servían para organizar manifestaciones en un país donde la represión contra los manifestantes va en aumento.
Saqib Ismail, fundador de uno de estos comités, salió a la calle a pesar de todo. Mientras intentaba explicar su lucha a AFP, un hombre de civil lo agarró del brazo y lo arrastró fuera del lugar donde sus compañeros desplegaban una pancarta con el lema "Estudiantes contra la violación y el acoso".
"Nunca vi un movimiento de tal magnitud ni una rabia tan grande", relata Fatima Razzaq, una activista de larga trayectoria en la defensa de los derechos de las mujeres en un país donde los sindicatos estudiantiles están prohibidos desde 1984 y las manifestaciones estudiantiles sobre temas sociales son raras.
- Desconfianza de la policía -
En Lahore, la escuela donde supuestamente ocurrió la violación fue destrozada y sus muros cubiertos con huellas de manos rojas y las palabras "justicia" y "violaciones". Los responsables educativos repintaron la fachada y se niegan a hacer más comentarios.
Bajo presión, el gobierno del Punyab cerró por un día todas las escuelas, colegios, institutos y universidades, y la Alta Corte de Lahore anunció que se crearía un tribunal especializado en casos de acoso sexual en el ámbito escolar.
En un país de 240 millones de habitantes, donde 80% de las mujeres afirman haber sido víctimas de acoso en espacios públicos, existe "una frustración que se acumuló durante mucho tiempo", estima Razzaq.
Ella enumera casos de profesores acusados de drogar y luego agredir sexualmente a sus estudiantes, o de escuelas acusadas de filmar a sus alumnas sin su consentimiento mediante cámaras de seguridad.
La violencia de género y sexual es tan grave que en abril Lahore abrió una comisaría dedicada exclusivamente a estos casos. Sus responsables afirman recibir más de 1.300 llamadas diarias de mujeres víctimas.
La oficial de policía Syeda Shehrbano Naqvi, a cargo del caso de la presunta violación en Lahore, lo admite. "Todas fuimos acosadas en la calle en Pakistán", subraya. Pero debido a que "es un tema extremadamente sensible" en el conservador país musulmán, pocas personas lo mencionan.
Lamenta que los estudiantes, que acusan a las autoridades de encubrir el caso, "no confíen en el uniforme". Hoy, lamenta, "es los estudiantes contra el Estado".
"Existe una desconfianza generalizada hacia las autoridades cuando se trata de crímenes contra las mujeres", responde la activista Fatima Razzaq. "Si alguien me dice que la policía intenta encubrir un caso [de violación], le creeré".
"Si queremos denunciar [acoso sexual], nos dicen que no pasó nada y que es mejor que nos callemos", afirma una estudiante bajo anonimato.
Aunque los manifestantes exigen seguridad para las estudiantes, pocas se atreven a unirse a las marchas, que a menudo son violentas.
Inshai, una estudiante de 19 años, asegura "querer luchar por sus derechos" escondida en una calle cercana a una manifestación organizada en Rawalpindi, en las afueras de la capital.
A su alrededor, los policías lanzan gases lacrimógenos y balas de goma mientras jóvenes enmascarados les arrojan piedras. En un solo día, 380 personas fueron arrestadas por "vandalismo e incendios".
W.Prendergast--NG