La angustia de los pastores sin rebaño en el este de Etiopía
Mohammed Hassan Gureh venderá sus últimas cabras y se irá de su aldea, como muchos pastores del este de Etiopía obligados a renunciar a la vida nómada por la sequía que diezmó los rebaños.
Este pastor de 32 años tenía 250 cabras y ahora sólo le quedan 35.
En la aldea de El Gel, en los confines entre Etiopía y Somalia, "las dos terceras partes del ganado murió", dice.
Los ganaderos nómadas del Cuerno de África esperan desde hace más de dos años las lluvias que no llegan.
Las cinco últimas temporadas de lluvias desde fines de 2020 fueron inferiores a la normal, algo nunca visto desde hace al menos cuarenta años.
Esta sequía histórica sumió a 12 millones de personas en situación de "inseguridad alimentaria aguda" en Etiopía, donde un mortífero conflicto devastó el norte del país, según la ONU.
Más de cuatro millones de cabezas de ganado murieron desde fines de 2021.
"No hay ningún signo de mejoría. La sequía seguirá agravándose", comenta Mohammed Hassan Gureh.
"En los próximos días o semanas" venderá sus cabras y se irá de El Gel hacia la ciudad de Kelafo, donde espera obtener recursos para mantener a su mujer, sus cuatro hijos, su padre ciego y su madre amputada de una pierna.
- Crisis humanitaria -
Mohammed Hassan Gureh tratará de sobrevivir vendiendo carbón o madera para calefacción a la espera un empleo.
Su amigo Bele Kalbi Nur perdió el 90% de su rebaño pero se quedará en la aldea.
"No se hacer otra cosa que ser pastor, no tengo instrucción y no se cultivar", dice Bele Kalbi Nur, que se aferra a las diez cabras que le quedan.
Para sobrevivir, este joven de 29 años dejó cuatro de sus ocho hijos en casa de su suegra, a unos 30 km.
Decenas de miles de pastores se enfrentan al mismo dilema en la región Somali de Etiopía y también en el norte de Kenia y en la vecina Somalia.
Desde hace generaciones recorren con sus cabras, vacas y camellos esta región árida al ritmo de dos estaciones de lluvias anuales en busca de pasto y pozos de agua.
Pero desde 2016 sólo hubo lluvias normales en dos estaciones, 2017 y en 2018.
Los pastos se volvieron polvo, los pozos se agotaron y muchos nómadas optaron por una vida sedentaria. Se instalaron en las ciudades o los campamentos de desplazados, perdieron la autosuficiencia para depender de la ayuda humanitaria.
- Errancia -
"En mi vida anterior, era muy feliz, tenía mis hijos, animales que daban leche y carne. Nos desplazábamos libremente", recuerda la septuagenaria Alaso Abdi, instalada en el campamento de Berley hace cuatro años tras haber perdido diez camellos y 500 cabras.
"Tenemos actualmente un millón de desplazados en región la región Somali: 20% a causa de conflictos, 80% resultado de la sequía. Ese número aumenta cada día", explica Abdirizak Ahmed, responsable de la ONG Save The Children para el Este de Etiopía.
"Es gente que viene cerca de las aglomeraciones y que puede contarse, pero hay otros que no van allí (...), se quedan en la montaña y no saben a dónde" ir, agrega.
Cuando no se sedentarizan, el camino de los nómadas se transforma en errancia, como un pastor cruzado entre las ciudades de Kelafo y Gode con su mujer y un niño, dos asnos, algunas cabras y un dromedario que llevaba los enseres.
Dejó su pueblo hace dos meses en busca de pastos. Sin éxito. Uno de sus niños murió en el camino. Desesperado, regresó a su pueblo de origen.
- "Sima" -
A la actual sequía, los somalíes la llaman "Sima" ("idéntico", en lengua somalí) porque pone a todos en la misma condición.
A través de la región resuena el mismo eco de desesperación, la misma letanía de rebaños disminuidos, los mismos llamados de ayuda.
"Los mecanismos de sobrevivencia se agotaron", advirtió Abdirizak Ahmed.
"Nos preparamos para a un nivel de crisis catastrófica en los próximos seis meses", advierte.
Por primera vez desde hace dos generaciones, el ganado se volvió menos importante en esta región.
En Antalale, a unos 40 km kilómetros de Kelafo, los animales casi han desaparecido. Sus restos secos yacen alrededor del pueblo.
Ahora hay que salvar a los humanos, implora uno de los habitantes, Mahad Astur Kahin.
"Ahora la vida de la gente está en peligro. La mayoría se fue por hambre y los que aún quedan no tienen nada", dice.
M.Scott--NG