Desplazados climáticos en Irak huyen del campo a la ciudad por falta de agua
Al igual que su padre, Hayder Mohamed sembraba trigo y cebada en una remota aldea del sur de Irak. Ahora trabaja en la construcción para mantener a su familia, luego de que la sequía lo obligó a dejar el campo por la ciudad.
"La transición es difícil", admite este hombre de 42 años que desde 2017 vive en Kerbala, una ciudad santa chiita que debe su prosperidad al turismo religioso.
En la barriada donde vive Mohamed, las casas grises de hormigón se suceden en las calles llenas de baches. Unas vacas pastan entre la basura desperdigada por el suelo, bajo una maraña de cables eléctricos.
"En nuestra región no hay trabajo. Tengo niños en la escuela, eso implica gastos, necesitamos un ingreso", dice para justificar su salida de la aldea de Al Khenejar, en la provincia de Diwaniya.
También trabaja como taxista para complementar los 15 dólares diarios que gana en la construcción. "Si no trabajas, no comes", resume este hombre.
En otra época se cosechaban 40 o 50 toneladas de granos en años buenos, pero "la escasez de agua afectó a las tierras de cultivo y el ganado", lamenta.
Considerado por la ONU como uno de los cinco países más expuestos a ciertos efectos del cambio climático, Irak denuncia con regularidad las presas construidas por Turquía e Irán, que causaron una drástica disminución del caudal de los ríos que cruzan su territorio.
Con las precipitaciones en baja, la sequía se agravó en los últimos cuatro años, llevando a las autoridades a limitar fuertemente la superficie cultivada y obligando a los agricultores a adoptar otros métodos de irrigación, como el riego por goteo.
- "Marginalización" -
En marzo, "12.212 familias (73.272 personas) seguían desplazadas por la sequía en 10 provincias" del centro y sur de Irak, según una nota de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), señalando que el 76% de los desplazados se están trasladando a zonas urbanas.
Pero tras décadas de conflicto, corrupción y mala gestión, la infraestructura de las ciudades sigue siendo deficiente.
En abril, un informe de la ONU advirtió del riesgo de "disturbios sociales" provocados por factores climáticos.
"A falta de servicios públicos y oportunidades económicas (...) la urbanización y la movilidad inducidas por el clima pueden reforzar las estructuras preexistentes de marginación y exclusión", advirtió el informe.
Pero, ¿cómo frenar este éxodo rural? En este país de 42 millones de habitantes, casi uno de cada cinco vive en zonas que sufren escasez de agua, según la misma fuente.
Y para un país rico en petróleo que lucha por diversificar su economía, la amenaza es real: la agricultura representa el 20% de los empleos y es el segundo contribuyente al PIB, (5%), detrás del crudo.
Ante este éxodo, Maitham al Shahd, gobernador de Diwaniya, señala el problema del desempleo, "porque no hay oportunidades de empleo suficientes para todos los que se trasladan a la ciudad".
- Tierras abandonadas -
Con la sequía, "miles de hectáreas han sido abandonadas" en Diwaniya, lamenta el gobernador.
También hay 120 aldeas sin agua corriente en la actualidad, comparado con 75 en 2022, aseguró.
Tal es el caso de los pueblos vecinos de Al Khenejar y Al Buzayad, cuyo principal canal de riego se ha secado por completo.
A la entrada de Al Buzayad hay casas de adobe abandonadas junto a construcciones recientes de ladrillo sin terminar.
El agua es repartida por camiones cisterna de la gobernación, pero los pobladores dicen que es insuficiente.
Quienes permanecen en la zona viven de las ayudas estatales o se desplazan a diario para trabajar en la ciudad más cercana.
"No hay agua. La mayoría quiere irse, pero no tienen los medios y no pueden llegar y alquilar una casa en otro sitio", resume Majed Raham, alcalde de Al Buzayad.
C.Queeney--NG