Nuevo auge de la artesanía en el Líbano en crisis
En un bullicioso mercado de la ciudad de Sidón, en el sur del Líbano, los clientes acuden en gran número a Ahmed al Bizri, zapatero cuyo oficio experimenta un repunte inesperado debido al prolongado colapso económico que golpea duramente al país.
"Nuestro oficio prosperó durante la crisis", explica a la AFP al Bizri, de 48 años, que perpetúa el trabajo que le enseñó su padre.
"La gente prefiere pagar cinco o incluso once dólares en lugar de comprar zapatos nuevos", añade.
Desde 2019, el Líbano se enfrenta a una crisis económica clasificada por el Banco Mundial (BM) entre las peores del mundo.
La depreciación ininterrumpida de la moneda local, que perdió casi 98% de su valor frente al dólar en el mercado paralelo, provocó una inflación galopante y socavó el poder adquisitivo de una población ya debilitada.
En este contexto, comprar ropa nueva se convirtió en un lujo para muchos libaneses. La mayoría de la población vive ahora por debajo del umbral de pobreza definido por la ONU, y la tasa de desempleo se acerca al 30%.
Un mal por un bien para al Bizri y muchos otros artesanos, cuyos oficios se ven estimulados por la creciente demanda de sus servicios.
Delante de la tienda del zapatero, un hombre espera, apurado, que las suelas de su calzado -recién pegadas- se sequen, antes de partir corriendo.
"Nuestro trabajo aumentó 60% desde el comienzo de la crisis", detalla al Bizri delante de su máquina de coser. "Todas las categorías sociales vienen a reparar calzados. Incluso los que escondieron zapatos hace 20 años. Los sacan y los arreglan", afirma.
Pero con la depreciación récord de la moneda local, este aumento de la demanda no se traduce necesariamente en un aumento de sus ingresos en comparación con el período anterior a la crisis.
- Sin beneficios -
Desde su modesta tienda, que no supera los dos metros cuadrados, el zapatero Walid al Suri, de 58 años, recibe a sus clientes en la puerta.
Una mujer trae una cartera para coser, mientras que un joven baja de su motocicleta sosteniendo en la mano un zapato de verano para mujer cuya suela necesita ser pegada.
"Es cierto que nuestro trabajo aumentó, pero la moneda no tiene ningún valor", lamenta al Suri.
Este hombre, que mantiene a una familia de tres personas, repara unos 20 zapatos al día por un total de 11 dólares, que apenas cubren sus necesidades básicas.
Cuenta que a veces se ve obligado a reparar zapatos desgastados y manifiestamente inutilizables, a petición insistente de sus propietarios, que no pueden permitirse adquirir nuevos.
"No hay ningún beneficio, porque los precios de las materias primas son elevados, los pagamos en dólares", añade.
Desde 2019, los ingresos en libras libanesas se erosionó, afectando gravemente el poder adquisitivo de los habitantes del país donde la tasa de inflación (171,2% en 2022) está entre las más altas del mundo, según el BM.
Y el vacío presidencial desde hace más de ocho meses -obstáculo para la aplicación de las reformas exigidas por la comunidad internacional para ayudar al país- agrava la situación.
Areen, una joven maestra de 24 años, desempleada, se dirige a la casa del modisto Mohamad Muazin para remendar ropa vieja.
"Vamos a los modistas porque las circunstancias nos obligan. Antes se tiraba ropa, zapatos y las carteras, o se daban a los necesitados. Hoy tratamos de aprovechar todo", explica.
Muazzin, de 67 años, lleva 40 años ejerciendo este oficio y recibe entre 50 y 70 clientes por día en su tienda de dos pisos.
"La gente solía comprar pantalones, usarlos un par de veces y tirarlos. Hoy se lo dan a su hermano o a un primo", resume.
T.M.Kelly--NG