Un archipiélago del Ártico deja atrás su pasado minero
De la mina de Svea en el Ártico y del centenar de edificios y construcciones circundantes ya no queda casi nada. Los antiguos rieles están cubiertos de hierbas y no conducen a ninguna parte.
El carbón, el peor de los combustibles fósiles para el clima, fue el responsable de la fortuna y luego de la maldición en Svalbard.
Ubicado en la región que se calienta más rápidamente del planeta, este archipiélago noruego, donde viven 3.000 personas, borra todo rastro de su pasado minero.
A 40 minutos en helicóptero al sureste de Longyearbyen, la capital del grupo de islas, la mina de Svea fue devuelta a la Madre Naturaleza.
"En su apogeo, los barracones contaban con 300 personas. Había un comedor, una pista para aviones con 35.000 pasajeros al año, una central eléctrica, un taller y hangares", testimonia Morten Hagen Johansen, encargado del proyecto de rehabilitación de la mina donde él mismo trabajó.
Después del mayor proyecto de restauración natural jamás emprendido en Noruega ya no quedan más que un puñado de restos que datan de antes de 1946. Entre ellos edificios de ladrillo derrumbados, un antiguo vehículo oruga oxidado y algunos rieles por los que antes circulaban vagones llenos de carbón.
"Muchos mineros estuvieron aquí durante décadas", explica Hanna Geiran, jefa de la dirección noruega del Patrimonio Cultural. "Preservar estos objetos contribuye a la comprensión de lo que una vez fue este sitio", destaca.
La mina, inaugurada por una empresa sueca en 1917, se cerró oficialmente 100 años más tarde tras la producción de 34 millones de toneladas de carbón y fue devuelta a su estado natural por 1.600 millones de coronas noruegas (149 millones de dólares).
"El objetivo es dejar que la naturaleza recupere sus derechos. Que se recree a sí misma", precisa Johansen.
"Esto significa dejar que los arroyos aparezcan libremente. Asegurarse de que avalanchas transporten sedimentos al valle y se creen nuevos ríos", detalla.
- Presencia rusa -
Según un estudio publicado el año pasado en Nature, en la región del mar de Barents -donde se encuentra Svalbard- el calentamiento es hasta siete veces mayor que en el resto del planeta.
Un desprendimiento espectacular creó una profunda grieta en una colina en Svea. "Es el resultado de las fuertes lluvias que tuvieron lugar el verano pasado, cuando cayeron entre 50 y 60 milímetros en solo 24 horas", precisa el geólogo Fredrik Juell Theisen.
El archipiélago quiere acabar con las energías fósiles. Otras seis minas situadas en las alturas de Longyearbyen cerraron y una séptima lo hará en 2025. Además, el pueblo desconectó definitivamente su central de carbón este mes en beneficio de una instalación de gasóleo, menos contaminante, antes de pasar a las energías renovables.
A partir de ahora, Svalbard se centrará en el turismo y la investigación científica.
Solo subsistirá una veta de carbón explotada en Barentsburg, una comunidad minera rusa donde viven poco menos de 500 rusos y ucranianos, esencialmente originarios de Donbás.
El tratado internacional que reconoció la soberanía de Noruega sobre Svalbard en 1920 hace que todos los ciudadanos de las partes contratantes tengan derecho a explotar los recursos naturales en pie de igualdad.
En este sentido, Rusia, a través de la compañía estatal Trust Arktikugol, mantiene desde hace décadas una presencia en este territorio estratégico perteneciente a un país miembro de la OTAN.
Según algunos observadores y los propios rusos, es también para limitar esta presencia voluminosa que Noruega estableció estrictas regulaciones medioambientales.
Cerca de dos tercios de las tierras de Svalbard se benefician de una forma de protección. Es difícil decir si tales motivaciones desempeñaron un papel en la decisión de Oslo de restaurar, con grandes gastos, el sitio de Svea, observa Mats Kirkebirkeland del grupo de investigación noruego Civita.
"Pero es innegable que algunas de las políticas ambientales noruegas y geoestratégicas en Svalbard están alineadas", subraya.
T.McGilberry--NG