La larga resaca de la burbuja económica de los 1980 en Japón
El corredor de bolsa Ryuta Otsuka todavía recuerda la extravagancia de finales de los años 1980 en Japón, cuando tenía que parar los taxis con billetes de 10.000 yenes (66 dólares) al terminar sus veladas con champán en los mejores bares de Tokio.
La caída fue brutal y el estallido de la burbuja especulativa en 1990 llevó a "décadas perdidas" de estancamiento y deflación en el país, que entonces amenazaba el estatus de Estados Unidos como primera economía mundial.
Recién este jueves, casi 35 años después, el índice Nikkei de la Bolsa de Tokio recuperó al fin su nivel de antaño, superando el máximo histórico del 29 de diciembre de 1989.
El hito devuelve a la memoria esos años locos, aunque ahora los pequeños inversores japoneses estén más motivados por buscar protección en caso de necesidad que por ponerse al volante de un Porsche o un Ferrari.
En 1986, en medio de esa vorágine, Ryuta Otsuka empezó su carrera como corredor de bolsa. "Mis colegas más mayores me llevaban a cenar a los sitios de moda", cuenta casi cuatro décadas después.
A medianoche "empezaba la batalla para encontrar un taxi: no podías parar uno sin enseñar un billete de 10.000 yenes", el equivalente a unos 66 dólares en la actualidad.
Eran tiempos de opulencia que rozaban la irracionalidad: en plena burbuja, el precio del metro cuadrado en algunos barrios de Tokio fue 350 veces superior al de Manhattan, en el corazón de Nueva York.
Los precios de los vehículos de lujo de importación estaban por las nubes y las membresías de los clubs de golf costaban millones de dólares.
Los inversores japoneses se lanzaron también al mercado del arte. El jefe de una fábrica de papel compró obras de Van Gogh y Renoir a precios récord con la intención de incinerarse con ellos al morir.
Los empleados de finanzas y los inversores "temblaban de emoción" ante la rentabilidad de las acciones, recuerda Otsuka, ahora en la sesentena.
Algunos de sus compañeros, que obtenían comisiones sobre sus ventas, "llevaban sus salarios a casa en una caja de cartón repleta de fajos de billetes".
- Una debacle traumática -
Todo estalló en enero de 1990: el Nikkei se hundió. El mercado inmobiliario, también.
La economía quedó atrapada durante décadas en la deflación y hundió al archipiélago en un círculo vicioso: la caída de precios provocaba la de los salarios y las contrataciones, con lo que el poder adquisitivo de los hogares japoneses se debilitaba.
Marcados por esa debacle, muchos japoneses optaron por colocar sus ahorros en cuentas bancarias ordinarias, en vez de invertir en activos de riesgo como las acciones.
De poco sirvió la política monetaria ultraflexible del Banco de Japón, que lleva una década con tipos de interés alrededor de cero para incentivar a los actores económicos a invertir.
Pero nuevos vientos soplan en Japón desde 2022. La inflación se aceleró por encima del 2%, obligando a las empresas a aumentar salarios y llevando al banco central a preparar un ligero aumento de tipos de interés, que sería el primero desde 2007.
Pero queda lejos el entusiasmo de los años 1980. El crecimiento económico es todavía moderado, del 1,9% en 2023 pero con una recesión en el segundo trimestre.
Y las perspectivas no son halagüeñas debido al severo envejecimiento demográfico del país, con un 30% de sus habitantes de 65 años o más.
- Invertir para la vejez -
"La mayoría de gente que nos ha contactado recientemente para invertir en acciones se preocupa por sus futuras pensiones de jubilación", explica a la AFP Fubito Yamaguchi, de 43 años, que dirige un pequeño grupo de operadores bursátiles.
Los miembros de este grupo interrogados por la AFP declaran que invierten en bolsa para compensar el alto coste de vida provocado por la inflación y el desplome del yen.
"Tener rendimientos con mis inversiones me da sensación de alivio (...) Si solo tuviera ahorros en el banco, el valor de mi patrimonio hubiera disminuido", explica Yutaro Tobioka, de 36 años.
El interés en la bolsa crece entre los japoneses, pero "solo aquellos con recursos financieros pueden invertir", señala Asuka Sakamoto, economista en jefe en Mizuho Research & Technologies.
"Por ello es extremadamente importante aumentar los salarios" para evitar una brecha creciente entre los adinerados y los ingresos modestos en Japón.
D.R.Megahan--NG